Pocas veces la humanidad se ha encontrado tan cerca de ser barrida de la tierra como la mañana del 26 de septiembre de 1983. Ese día, un satélite perteneciente al sistema de defensa soviético informó quemisiles estadounidenses habían sido lanzados contra la URSS.Stanislav Petrov, el militar que estaba a cargo del búnkerSerpujov-15 desde donde se monitorizaba el satélite tuvo el coraje de desafiar la férrea formación impuesta por el ejercito ruso, decidiendo ignorar la advertencia. De haber obrado de otra manera, el mundo que conocemos no existiría. Te contamos los detalles de ese evento que pudo terminar con la vida sobre el planeta.
Según informa el Daily Mail, poco después de la medianoche del 26 de Septiembre de 1983 –un año particularmente peligroso en las relaciones entre la URSS y EE UU-, el coronel Stanislav Petrov, que hacia guardia en la central nuclear de Serbukov-15, situada al este de Moscú, observo un mensaje en los monitores del centro de control cuyas consecuencias podrían haber sido escalofriantes.
Un satélite Cosmos estaba siguiendo la pista un misil balístico intercontinental norteamericano, del tipo Minutman, con rumbo hacia la antigua Unión Soviética. Los datos de pantalla informaban que el proyectil alcanzaría su objetivo en 40 minutos. Petrov, que apenas contaba con quince minutos para evaluar la situación, opto por no seguir el procedimiento habitual, esto es informar al por entonces presidente Yuri Andropov. Y no lo hizo porque sospechó que se trataba de una anomalía informática.
Un satélite Cosmos estaba siguiendo la pista un misil balístico intercontinental norteamericano, del tipo Minutman, con rumbo hacia la antigua Unión Soviética. Los datos de pantalla informaban que el proyectil alcanzaría su objetivo en 40 minutos. Petrov, que apenas contaba con quince minutos para evaluar la situación, opto por no seguir el procedimiento habitual, esto es informar al por entonces presidente Yuri Andropov. Y no lo hizo porque sospechó que se trataba de una anomalía informática.
Después de consultar con su superior inmediato, decidió esperar la fatídica cuenta atrás. Entre tanto, el comandante de Serbukov-15 informo de la situación al ministro de Defensa quien, a su vez, convino en no informar al Politburo temiendo una decisión de consecuencias catastróficas.
En efecto, transcurridos 45 minutos no se produjo ninguna explosión sobre territorio soviético. El hombre que salvo al mundo de un mas que probable desastre nuclear fue asignado a puestos de responsabilidad menor y se retiró voluntariamente a los pocos meses, con el mismo grado. Entonces se radicó en la pequeña ciudad de Fryazino, donde vivía de su muy magra jubilación como un absoluto desconocido, junto a su esposa Raisa y sus hijos Dimitri y Yelena.
Por si su desgracia fuera poca, Raisa murió al poco tiempo, vencida por una larga y penosa enfermedad. Nunca se consideró a sí mismo un héroe, sino un hombre que cumplió con su deber, pese a lo cual, el 21 de mayo de 2004, una institución de San Francisco, EE.UU., la Asociación de Ciudadanos del Mundo, le concedió su Premio Anual, más una módica contribución de mil dólares. No parece un gran premio para un hombre que evitó la catástrofe definitiva, aunque, por otra parte ¿qué premio sería el adecuado? El Senado de Australia también votó una resolución de reconocimiento unas pocas semanas después. Tampoco parece gran cosa. Por problemas cardiovasculares, Petrov, el hombre que nos salvó a todos, estuvo un tiempo con problemas para caminar normalmente, y no tenía dinero suficiente como para pagarse un buen tratamiento que le permita caminar normalmente.
En efecto, transcurridos 45 minutos no se produjo ninguna explosión sobre territorio soviético. El hombre que salvo al mundo de un mas que probable desastre nuclear fue asignado a puestos de responsabilidad menor y se retiró voluntariamente a los pocos meses, con el mismo grado. Entonces se radicó en la pequeña ciudad de Fryazino, donde vivía de su muy magra jubilación como un absoluto desconocido, junto a su esposa Raisa y sus hijos Dimitri y Yelena.
Por si su desgracia fuera poca, Raisa murió al poco tiempo, vencida por una larga y penosa enfermedad. Nunca se consideró a sí mismo un héroe, sino un hombre que cumplió con su deber, pese a lo cual, el 21 de mayo de 2004, una institución de San Francisco, EE.UU., la Asociación de Ciudadanos del Mundo, le concedió su Premio Anual, más una módica contribución de mil dólares. No parece un gran premio para un hombre que evitó la catástrofe definitiva, aunque, por otra parte ¿qué premio sería el adecuado? El Senado de Australia también votó una resolución de reconocimiento unas pocas semanas después. Tampoco parece gran cosa. Por problemas cardiovasculares, Petrov, el hombre que nos salvó a todos, estuvo un tiempo con problemas para caminar normalmente, y no tenía dinero suficiente como para pagarse un buen tratamiento que le permita caminar normalmente.
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